jueves, 15 de diciembre de 2011

Los españoles no nos conquistaron, nos crearon*



Hoy por hoy pululan en la región ciertos intelectuales y dirigentes dizque “originarios” que, muy campantes, proponen “desoccidentalizar” o “descolonizar” el mundo andino; escarbar con uñas y dientes en pos de nuestras “verdaderas” raíces; preservar la “pureza” de las nacionalidades quechuaimaras y -los más levantiscos e intonsos- (re)fundar el Tahuantinsuyo o, a lo mejor, la república aimara so pretexto de la libre determinación de los pueblos. (Amparándose en estos dislates, algunos Atilas del altiplano hasta se dan el lujo de sitiar, quemar y saquear Puno.) Para ellos el único pilar de nuestra identidad es, qué duda cabe, la tradición andina. Si les preguntásemos: ¿qué hay del mestizaje? o ¿nada le debemos a España?, con indignación visceral y, cómo no, “originaria”, sacarían a colación la “leyenda negra” de la conquista española y sus “5 siglos de resistencia”. ¿Alguien dijo resentimiento?


Definitivamente a ellos no les recomendamos leer Quinientos años de mestizaje. Conquistadores y conquistados (2da edición, Legisprudencia, Arequipa, 2011) del doctor Juan Carlos Valdivia Cano. No se atrevan, les provocará no un dolor de cabeza sino un cólico biliar o, quién sabe, un derrame cerebral. Están advertidos. ¿Pero de qué trata este libro? Roger Vilca Apaza, su joven editor, responde: “Pues de lo que siempre hemos evadido y ante lo cual, a lo mucho, encogemos los hombros: de la contextura ética peruana; el resentimiento aquí, allá y más allá. La excusa es perfecta y no hay otra mejor: el ‘recuerdo’ de la conquista española que no queremos revisar, no tanto por evitar la fatiga, en tanto por el miedo a reconocer que no fuimos conquistados, sino, creados por un puñado de ‘hombres malditos’, cuyos valores, nobleza y cojones no tenemos (nunca tuvimos) y ya quisiéramos tener…”


Juan Carlos Valdivia es un abogado arequipeño que por azares de la vida nació en la provincia puneña de Azángaro. Estudió derecho en la UCSM y filosofía en la UNSA, casas de las cuales ahora es catedrático. Durante su estadía en Francia fue auditor de Gillez Deleuze, Michel Foucault y Robert Paris. Obtuvo importantes premios en el extranjero y publicó numerosos libros.


Aunque la primera edición de Quinientos años de mestizaje salió a luz en 1992, cuando se conmemoró precisamente 500 años de la conquista y colonización de América, sus planteamientos no han perdido vigencia. Según Juan Carlos Valdivia, los peruanos no somos conquistados ni conquistadores, ni españoles ni incas, sino herederos con propia identidad, producto del “connubio” hispano-indígena. Antes de ese hecho nuestro país y lo peruano simplemente no existían. Y es que el Perú no es sinónimo de Tahuantinsuyo, sostiene.


“Siendo el Perú -señala el autor- un producto de la conquista, y habiendo impuesto el conquistador su religión, su moral, su lengua, su estructura mental, sus costumbres, sus productos, su derecho, etc., nuestro mestizaje no puede ser sino predominantemente hispano u occidental, justamente por la religión (católica), la moral (cristiana), la lengua (europea), la estructura mental (greco-latina), el derecho (romano), que son variables decisivas, ingredientes esenciales, para determinar la pertenencia o no pertenencia cultural. La sangre y la etnia no son criterios culturales, aunque sean inseparables de ellos. Son irrelevantes para definir a qué cultura pertenece un individuo o comunidad, es decir, para determinar su identidad. Es un criterio racista. Lo que importa es el espíritu, es decir, la cultura en acción”.


Así pues, para Juan Carlos Valdivia, ese resentimiento antihispano y antioccidental (el “trauma de la conquista”) que consiste en identificarse exclusivamente con los conquistados abominando de los conquistadores (lo que no excluye un obscuro sentimiento de admiración por estos últimos), amen de denotar una actitud no precisamente andina sino occidental (dualismo, piedad cristiana), hace que el odio regrese mismo boomerang al propio interior del alma, trocándose para el resentido en veneno letal.


Finalmente, como dice el joven editor de Quinientos años de mestizaje, “quedan pues, amables lectores, cordialmente invitados a no leerlo”.

*Reseña publicada en el diario Correo (Puno), 14/12/2011

domingo, 4 de diciembre de 2011

LETRAS (Y LENTEJAS) DEL LAGO



Letras del Lago. Literatura y otras heterodoxias (Puno, Año 10 - Nº 16 / Noviembre de 2011) es la nueva revista que los poetas puneños Luis Pacho y Víctor Villegas han lanzado al mercado cultural del altiplano. Letras del Lago (LL) es la continuación de Pez de Oro -revista literaria ya extinta- pero en un formato más ligero y, al menos en su número inaugural, con una carga ideológica tan explícita como abrumadora.
Desde ya aplaudimos la aparición de LL y le auguramos una larga vida, teniendo en cuenta que sus pares, si existen, prefiguran apenas un ralo herbaje que no promete flor alguna. Sin embargo, aclaramos que no compartimos su sesgo político. Antes bien, estamos en las antípodas. A continuación, exponemos sumariamente y con afán polémico nuestros principales reparos.


¿Heterodoxia? “Literatura y otras heterodoxias” es el subtítulo de LL. Su discurso debería ser entonces heterodoxo, es decir, a contracorriente de un dogma dominante. Veamos. En la página editorial (“Las letras en la hora de la des-globalización”), Pacho y Villegas arremeten contra el sistema, la ideología dominante-mercantilista [sic], el gran capital transnacional, las democracias liberales, la globalización, etc. El gran monstruo es el capitalismo, qué duda puede caber… ¿Será heterodoxo ese “pensamiento” en una región como Puno donde el 99.9 % de “intelectuales” (y no solo ellos) leen y escriben de izquierda a izquierda? Bah. Es más de lo mismo: archisabida monserga, dogma dominante, ortodoxia pura. En el altiplano toparse con un escritor que no sea “zurdo” es como hallar al unicornio azul.
Hay en el referido texto otra afirmación, por decir lo menos, sorprendente: “En el Perú, desde la década del 90 del siglo pasado, hemos vivido la época del latrocinio de nuestros recursos naturales, de la antipolítica y el terror con Fujimori y Montesinos”. (Soslayemos, por fútiles, los cuentos esos del “saqueo” y la “despolitización”). ¿Que la época del terror es culpa del ingeniero Fujimori? ¿Acaso Abimael Guzmán y su banda terrorista nada tienen que ver en el sanguinario asunto? ¿O es que Pacho y Villegas creen que nuestro ex presidente es un genocida y el cabecilla de Sendero un “genio del proletariado”?


El dinosaurio sigue ahí. LL acoge también un artículo de Juan Cristobal, “Arguedas y la situación política actual”, al parecer escrito a vuelapluma y muy soporífero para su corta extensión. La conclusión del poeta capitalino resulta, en verdad, un chiste anacrónico: “Creemos que la sociedad en su conjunto ya no puede seguir soportando todo este clima de injusticia... Debemos dar un gran salto y es a ese mundo que Mariátegui y Vallejo llamaron ‘socialista’. O ‘socialismo mágico’, como lo llamó Arguedas. Mundo que no se sabe por qué misteriosas razones se oculta”. Vaya descubrimiento, señor Juan Cristobal “Colón”; aunque le falta precisar cuál es la vía para dar ese “gran salto” a su edén socialista. Ya el “presidente” Gonzalo intentó hacerlo y por poco no se desbarranca con el Perú a cuestas. No es tan sencillo como brincar la tablita, créalo. Por otro lado, ¿a quién le interesa “ocultar” ese mundo colectivista que, gracias a sus fallas e imperfecciones congénitas, demostró su inviabilidad en la práctica (Rusia, China, Cuba, etc.), sino a los propios socialistas? A sus críticos, antes que esconderlo, nos conviene desnudarlo.
En LL hay asimismo una extensa entrevista al escritor Chano Padilla en torno a su itinerario vital, literario y, cómo no, político. “¿Considera que el socialismo es todavía la alternativa?”, le preguntan. “Es una alternativa, no sé si con otro discurso, no puedo decir si con otras estrategias, sin renunciar a sus ideales de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la humanidad. Y la tendencia es esa. Veamos lo que pasa en América Latina. Los presidentes de los países son ‘socialistas’…”, responde el narrador puneño-abanquino. Por lo visto Chano cree que esos dichosos “ideales de mejorar la vida y el trabajo de la humanidad” son privativos del socialismo. ¿Ah sí? Los hechos no respaldan su lirismo, estimado profesor. El mejor mecanismo, si no el único, para producir riqueza y progreso es el libre mercado (praxis dixit). Los países del primer mundo están en esa onda, el resto -que ensaya modelos colectivistas, estatistas o populistas- naufraga aún en el subdesarrollo. Es más, como dice Andrés Oppenheimer, en el siglo XXI que un gobierno sea comunista, socialista, progresista, capitalista o supercapitalista importa un bledo, pues las alternativas son solo dos: crecer atrayendo más inversiones y exportando productos de mayor valor agregado, o seguir culpando a otros por la pobreza a fin de justificar desaciertos propios.


Mao y la “terruca”. Ojeando las últimas páginas de LL el lector tropieza con el poema “Mucho Tiempo Después Querido Mao Zedong”, de la señora Gloria Mendoza Borda. A decir verdad, algunos de sus versos son dignos de tirarlos por la borda. Helos aquí: “importa que se reafirme/ el nombre de Edith Lagos/ importa que se reafirme/ el nombre de Micaela Bastidas/ importa que se reafirme/ el nombre de Bartolina Sisa/ importa que se reafirme/ el nombre de Rita Puma / las legendarias”. No faltaba más. ¡La “terruca” Lagos encabezando una lista de auténticas heroínas! En fin, si la oda está dedicada a Mao, la tercera espada, otra cosa no se podía esperar.


La docta ignorancia. Finalmente LL publica un “Pronunciamiento de los escritores de Puno frente al último paro aymara” (27/05/11). En él se habla de bucólicos pueblos amenazados por el gobierno, y -por supuesto- se rechaza toda concesión minera, petrolífera o cualquier actividad extractiva permitida a las transnacionales porque resulta que la pachamama es sagrada. Definitivamente, para los suscriptores, el motor del desarrollo peruano no es la minería. Estos escribidores parecen ignorar que el progreso económico, científico y tecnológico del mundo actual sería impensable sin ella. Sus doctos cerebros no pueden asimilar que hoy por hoy prescindir de los minerales y los hidrocarburos significaría involucionar al paleolítico. ¿Será que nunca tuvieron su edad de oro?


Artículo publicado en el diario Correo (Puno), 02/12/2011