lunes, 10 de junio de 2013

Lurgio Gavilán Sánchez: "El monstruo es el pensamiento Gonzalo”*



Era todavía un niño cuando se unió a Sendero Luminoso (SL). En sus filas, casi analfabeto y con el libro rojo de Mao que heredó del camarada Rubén (su hermano mayor), fue uno de los protagonistas de la espiral de violencia provocada por este grupo subversivo. A los 14 años cayó en un enfrentamiento con el Ejército; un teniente le perdonó la vida a cambio de que se haga soldado. Entonces tuvo que combatir a sus antiguos camaradas. Después pidió su baja y se hizo hermano franciscano, pero no tardó en colgar los hábitos. Hoy, a sus 40 años, Lurgio Gavilán Sánchez (Ayacucho, 1973) es un antropólogo que cursa estudios de doctorado en México. El año pasado publicó sus Memorias de un soldado desconocido. El texto fue presentado el último 6 de junio, a las 19 h, con ocasión del VII Festival del Libro de Arequipa, en los altos del Portal de la Municipalidad. Correo conversó con Gavilán, quien compartió con nosotros fragmentos de su vertiginosa vida.

Usted se incorpora a Sendero Luminoso voluntariamente, a los 12 años, ¿fue -como dice en su libro- solo para reencontrarse con su hermano o también porque había calado en Ud. la prédica de SL?

Cuando llega SL empieza a predicar la buena noticia, la justicia social, y muchos jóvenes se van, entre ellos mi hermano; él era muy querido y yo lo quise encontrar...

Ud. emplea una metáfora, dice que SL llegó, para los campesinos, como una lluvia buena que luego se torna diluvio...

Sí, SL llegó muy bonito, la justicia para todos; era bonito porque, por ejemplo, yo veía a mi papá sembrar maní durante todo un año, es difícil, todo un año para después comprar atunes y un poco de ropa, y los comerciantes venían y nos engañaban. Era una injusticia que veíamos a diario y nosotros queríamos ser, pues, como los demás.

Ud. fue testigo de varios ajusticiamientos que perpetró SL. ¿Hubo alguno que lo marcó profundamente?

Fue el de la primera vez, de los cientos que hubo. Entramos a una casa y todos debíamos participar. Era una familia con hijos, rodeamos la casa, sacaron al esposo a patadas y lo asesinamos, por ser un yanauma (soplón). Eso creo que me asustó muchísimo. Después la violencia se normalizó. Ver tanta muerte, ver a tus hermanos asesinados, esas cosas se normalizan.

¿Responsabiliza Ud. a Abimael Guzmán?

Con su pensamiento guía nos condujo a estas atrocidades de la vida. Decía estamos luchando por los más pobres, y paradójicamente a los más pobres teníamos que asesinar.

¿Qué opina sobre la matanza de periodistas en Uchuraccay? ¿La perpetraron los comuneros, como dice el informe de Vargas Llosa?

Hay mucho silencio de la misma comunidad al respecto, pero cuando yo estuve allí, muy cerca, en el 83, dijeron que los campesinos, que ya estaban organizados en rondas, los habían asesinado porque uno de ellos, (Juan) Argumedo, el guía de los periodistas, era de SL, y los ronderos creyeron que todos eran senderistas. Pero, como dicen los mexicanos, quién sabe.

Su incorporación al Ejército no fue voluntaria, Ud. fue capturado tras un enfrentamiento entre SL y los militares. ¿Llegó a sentir, como soldado, amor por la patria y a percibir a sus excamaradas como enemigos?

Yo caigo prisionero, estaba convencido para morir por el partido, por el pensamiento Gonzalo. Cuando empezaron a dispararme yo grité ¡Viva Marx!, ¡viva Lenin!, ¡viva Gonzalo!... Había que morir así. Cuando llego al Ejército me inculcaron todos los días que hay que pacificar al país, estamos haciendo el bien, hay que matar a los terruquitos; uno lo asimila y eso también se normaliza.

En el Ejército Ud. fue testigo de ejecuciones extrajudiciales, ¿fueron hechos aislados o una guerra sucia, como dicen, implantada por el Estado?

¿Guerra sucia? No hay una guerra limpia, toda guerra es atroz, estábamos en una zona de emergencia donde no había derechos humanos. Y de estas cosas extrajudiciales no sabían los comandantes ni los generales.

Dice Carlos Iván Degregori que su libro es un intento de reconciliarse con Ud. mismo.

Sí, varios dijeron de mi libro que aquí nadie es el otro.

El Movadef, al pregonar la amnistía general, también promueve una suerte de reconciliación.

Me hacen recordar mucho a la época en que llega SL, diciendo pan para todos, justicia social; ellos dicen que hay que abrir las cárceles, y no me parece correcto, no conocen la historia... Los jóvenes no conocen al monstruo, que es el pensamiento guía, encarnado para asesinar a sus propios hermanos, una ideología enfermiza.

Entonces, el llamado pensamiento Gonzalo es incompatible con la reconciliación.

Sí, es totalmente incompatible.

*Entrevista publicada en Correo Arequipa (6/6/2013).