jueves, 28 de julio de 2011

LA GENERACIÓN PERDIDA

¿Por qué los literatos peruanos prefieren escribir poemas antes que novelas?, le habrían preguntado cierta vez a Mario Vargas Llosa. Porque son unos flojos, habría sido su respuesta. Si la opinión del Nóbel fuese cierta, nuestra región sería la capital del ocio. Y es que de cada diez escribientes altiplánicos, nueve por lo menos emborronan versos. No en balde se dice que en Puno todos son poetas mientras no demuestren lo contrario.
Así, la literatura puneña está copada, si no infestada, de rapsodas. A tal punto que fue necesario “importar” un narrador nato desde Abancay -Feliciano Padilla- para que el nombre de Puno figure mal que bien en los premios Copé y las antologías del cuento peruano. Claro que después emergerían del lago otros cuentistas de valía como Elard Serruto, Adrián Cáceres, Christian Reinoso, Javier Núñez, etc. Tarde nos enteraríamos que un tal Carlos Calderón Fajardo, narrador de talla internacional, había nacido en Juliaca.
En poesía, como ya se dijo, nos sobran los nombres y los versos. De buenas a primeras esta inflación poemática parecería un motivo más para ensalzar a la ciudad del lago. Pero si apartáramos la maleza del jardín, quedarían a lo mucho una decena de poetas: Oquendo de Amat, Alejandro Peralta y Alberto Mostajo; Omar Aramayo, Efraín Miranda y Vladimir Herrera; Alfredo Herrera, Luis Rodríguez…y otros que no consignamos por falta de espacio.
Después del clímax vanguardista (Oquendo, Peralta, etc.), la lírica puneña reflota en los 60 con la célebre Promoción Intelectual Carlos Oquendo de Amat integrada, entre otros, por Omar Aramayo, Percy Zaga, Gloria Mendoza, José Luis Ayala. Luego vendrán los vates de los 80: Alfredo Herrera, Boris Espezúa, Lolo Palza, etc. En los 90 se hablará de una prolífica “generación de fin de siglo”: Simón Rodríguez, Wálter Paz, Gabriel Apaza, Fidel Mendoza, Edwin Ticona, Luis Pacho, Darwin Bedoya, Edy Sayritúpac, Luis Rodríguez, entre otros… ¿Y después de los 90?
Fueron Darwin Bedoya y Luis Pacho los primeros en hablar -o sugerir la idea- de una flamante camada poética distinta a la de ellos. La denominaron “generación del post-2000”. Empero, según Bedoya, estos novísimos estaban en la calle pues sólo habían perpetrado “versos huérfanos de toda arte poética”. Pacho estaba de acuerdo. Para él, la tradición poética puneña había concluido con la generación de fin de siglo; no obstante, de entre los novatos había que rescatar a los menos malos: Velásquez, Talavera, Ticona y Huamán.
La reacción de los aludidos no se hizo esperar. La conclusión de que todos los novísimos son malísimos es apresurada, se alegaba. Hasta se habló de “estos cinco”: Incacutipa, Ligue, Quispe, Huamán y Cruz. Craso error. Al presente, de los “cinco esos”, cuatro por lo menos perdieron la brújula. La desbandada de esta fallida generación poética era fácilmente previsible y sus apologistas no quisimos darnos por enterados.
Pacho y Bedoya estaban en lo cierto. Finalmente el tiempo les dio la razón. Huelga decir que la poesía del post-2000 está a leguas de la poesía de fin de siglo. Ninguno de los otrora novísimos puede parangonarse con los mejores exponentes de los 90. No hay entre aquéllos un Simón Rodríguez, un Darwin Bedoya, un Luis Rodríguez. Las posibilidades de que eso ocurra son cada vez más remotas.
“Generación perdida” denominó recientemente Bedoya a ese puñado de ex jóvenes, nacidos entre fines del 70 e inicios del 80, que hace un lustro o más pugnaban por pegarla de novísimos vates de la lírica altiplánica. Remedos estériles, innovación nula, carencia de nuevos referentes, producción nimia y baladí, etc., etc., son las taras achacables a los integrantes de la primera hornada del post-2000. ¿Qué otra cosa se puede esperar de quienes (ya) no leen poesía, creen que la bohemia lo es todo, garrapatean cuartillas -en el mejor de los casos- una vez al mes, y ni siquiera manejan aceptablemente la gramática? En sus vidas la poesía significó apenas un efímero arrebato post adolescente.
Este balance no es gratuito ni peca de ampuloso. Es tan pobrísimo el papel que hasta el momento jugaron los susodichos -mejor olvidemos sus nombres- que el mote (“generación perdida”) les calza como epitafio a nicho.

* Artículo publicado en el diario Correo (Puno), 11/08/2011.

viernes, 15 de julio de 2011

Darwin Bedoya: A LA CAZA DE LUCIÉRNAGAS


Escritor puneño habla del microcuento, de su libro “Bosque de luciérnagas” y del premio que con él obtuvo.


Darwin Bedoya Bautista (1974) acaba de conseguir un importante galardón en el XX Concurso Nacional de Educación Horacio 2011: el primer puesto en la categoría de cuento. Nacido en Moquegua pero “reensamblado en Puno”, como le gusta bromear, Bedoya (que creció y se formó en Juliaca) es docente de literatura, narrador, crítico, editor, promotor cultural, panfletario temible (su estilo irreverente, lapidario y corrosivo alborotó varias veces el gallinero literario, indisponiéndole con gallos viejos y polluelos) y, sobre todo, un excelente poeta (tal vez uno de los tres mejores de la llamada “generación de fin de siglo”).
Ha publicado los poemarios “Jardines del silencio” (2004), “Yarume” (2006), “Leve ceniza” (2010), el libro de microcuentos “Aunque parezca mentira” (2007), entre otros. Y tiene el mérito de haber cosechado lauros en certámenes de primera categoría como el Concurso Nacional de Poesía Alberto Hidalgo (Arequipa) en 1998 y el Concurso Internacional de Poesía Ciudad de Torrevieja (Alicante, España) en el 2006.
“Bosque de luciérnagas” es el libro de microcuentos con el que Bedoya obtuvo este año el Horacio. Se trata de su tercer texto de prosa minificcional, pues, a parte de “Aunque parezca mentira”, tiene otro en prensa titulado “Electra machina”.
Horacio es un premio nacional instituido por la Derrama Magisterial en homenaje al líder sindical y poeta Horacio Zevallos Gámez, y dirigido a maestros del sector público. El concurso se convoca anualmente en las categorías de poesía, cuento, novela corta, ensayo pedagógico, pintura, etc.
Darwin Bedoya no es el primer escritor puneño en ganar un Horacio, antes que él lo hicieron los poetas Walter Paz y Luis Pacho. Asimismo este año los profesores Agustín Quispe Paco y Manuel Herencia Villasante, ambos de Puno, ocuparon el primer y segundo lugar respectivamente, en la modalidad de poesía.
He aquí una entrevista que el galardonado escritor nos concedió antes de enrumbarse a Lima donde el viernes 15 de julio, a horas 7:00 p. m., en el auditorio de la Derrama Magisterial, recibió el codiciado premio.


I. El cuento y la vida


Eres (re)conocido sobre todo como poeta, ¿de qué época data tu afición por escribir narrativa?


Esta es una pregunta recurrente que me hacen los amigos, los escritores que participan en los talleres de creación y los estudiantes en el colegio. Con seguridad te puedo decir que yo empecé escribiendo cuentos. (Mis primeros poemas tienen mucho de cuento, mis últimos poemas, por momentos se dejan ganar por la prosa poemática). Los cuentos han sido para mí una constante. Supongo que las culpables de ello son mi abuela y mi madre.


Casi todos los escritores andinos rememoran con nostalgia las mil y una historias que, cuando niños, les contaban sus madres o abuelas. ¿Ocurre lo mismo contigo?


Bueno, sí. Recuerdo que mi abuela nos reunía en la cocina de la Casa grande, así le llamábamos a su habitación, no me olvido que tenía una serie de cosas antiguas colgando de las paredes, algunas herraduras con parte de las patas de los caballos, algunas cabezas disecadas de venados, zorrinos, hurones. Algunas canastas con hierbas secas, algunos adornos tallados en madera. Algunos trozos de cadenas, algunos metros de sogas, baúles de cedro, algunos tejidos de vicuña, algunos ceramios, muchas estacas de todo tamaño esparcidas y colgadas en todo lugar, huesos de animales que hasta hoy me pregunto de qué habrán sido, etc. Todo como una escena de película; era bajo ese escenario que nos contaba historias sobre condenados, sobre sirenas, sobre cucos, sobre duendes, sobre bultos, sobre brujas, sobre encantamientos, sobre desapariciones; todo bajo la leve luz de un candil que daba la señal para acostarse porque la función había terminado.


Tu abuela parece un personaje de “Aunque parezca mentira”…


En realidad ella era la verdadera cuentista, quizá por ello también sea personaje de varios cuentos míos; inclusive, en algunos de ellos se puede percibir su voz, en esta cadena de sucesiones. Quiero apuntar también que la mayoría de personajes y escenarios pertenecen a Moquegua, que es el lugar donde me crié y pasé los primeros años de mi vida, mis primeros aprendizajes de cómo se narra un cuento. Ahora, el caso de los relatos que solía contarme mi madre es más intenso todavía, pero esa es otra historia.


II. El microcuento (o el abecedario de la hormiga)


En el 2007 publicaste tu primer libro de microcuentos, asimismo hiciste una antología universal de este, llamémosle así, subgénero, ¿qué es el microcuento y qué lo diferencia, a parte de la extensión (obvio), del cuento o la novela?


Creo que a estas alturas ya no se puede decir que el microcuento sea un subgénero, estamos hablando de un género cabal y completo, con todas sus particularidades y características. Tiene una textualidad autónoma. Creo que hace rato ha sobrepasado las fronteras mismas del cuento...


De acuerdo, ¿qué puedes decirnos entonces de este nuevo género?


Bueno, el microcuento es un texto pragmático, sus rasgos más elementales, los críticos lo han dicho: su carácter fragmentario, la transtextualidad, su rasgo híbrido y proteico, su sensibilidad neobarroca, su semblante sensual, su dimensión paródica, su detenimiento en la parábola, su lenguaje poético, sus alegorías fabulescas, su arranque de un final violento, etc. Creo que podríamos enumerar un sinfín de argumentos que lo distinguen de un cuento o una novela. Pero, especialmente quiero incidir en un aspecto que al menos yo considero: los microcuentos me permiten realizar actos lúdicos, me permiten construir metalepsis, lipogramas y tautogramas, además de ambigüedades semánticas que me permiten hacer trabajar al lector para que él mismo contribuya en la construcción del final de la historia, si la hay.
Quiero referirme brevemente a El lavapiés de la hormiga la antología que me dices, pasados creo 3 años desde que salió publicada. Ahora la van a reeditar por estos días en una revista electrónica de México, será un especial que saldrá en separata aparte como suplemento de una revista de literatura sobre microcuentos. Ya habrá tiempo para releerla.


¿Qué afinidades encuentras entre el microcuento y la poesía?


Sin duda, el rasgo más común entre ambos géneros es la orfebrería que hay con el uso de las palabras. Obviamente que aquí también debo recalcar el lenguaje poético que hace del microcuento un motivo muy literario. Ahora que reflexiono sobre esto, me doy cuenta que ese es un requisito muy necesario a la hora de escribir un cuento, claro, al menos para mí.


¿Quiénes son para ti los maestros universales del microcuento? ¿Figura por ventura algún peruano (o puneño) entre ellos?


Hay una lista larga de maestros en este género. Puneños ciertamente no hay. Pero sí varios peruanos, entre todos rescato a Fernando Iwasaki, el tipo es genial. Ahora entre los clásicos, podrían estar en esta lista: Augusto Monterroso, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan José Arreola, Juan Armando Epple, Ana María Shua, Lilian Elphick, Marco Denevi, etc. Desde el otro lado estarían: Cheever, Carver, Salinger, Tedson, McClay, Berry y el viejo cascarrabias: Hudson K. La lista podría seguir, hasta me gustaría citar los microcuentos que más me gustaron, pero ya habrá oportunidad.


III. Una excursión (nocturna) al bosque de las luciérnagas


“Bosque de luciérnagas” se llama el libro de microcuentos con el que te impusiste en el Horacio 2011. La luciérnaga es un símbolo recurrente en la poesía puneña de fin de siglo, ¿qué significa para ti?


Bueno, la luciérnaga, es verdad, ha sido motivo de detenimiento en varios poetas puneños, recuerdo a Gabriel Apaza y su duda de la luciérnaga, también me viene a la memoria otros poetas que la han mencionado en sus versos: Luis Pacho, Edwin Ticona, entre otros; en mi caso, la luciérnaga simboliza dos cosas: la luminosidad y el lado femenino, creo que con estos dos referentes armo la idea de la significación poética que asume en mis textos la luciérnaga. Recuerdo haber leído alguna vez un hayku (otro de mis platos favoritos) que decía: como la luciérnaga: buscamos una verdad que en nuestra ceguera se hace esperanza.


¿Cuál es el eje temático que da unidad a los microcuentos reunidos en “Bosque de luciérnagas”?


Mira, el eje temático es la revisión de la historia clásica que envolvió a ciertos personajes muy conocidos en el mundo literario. Este libro posee un conjunto de los personajes ya conocidos, todos son femeninos, 53 en total, desde Eva hasta Marilyn Monroe. Lo que hice fue transferirle otro asunto a lo ya conocido por todos. Remake le llaman a esto creo. Todos los textos están basados, como entenderás, en lo ya dicho por la Biblia, los clásicos griegos y los otros clásicos de siempre.


¿Cómo sitúas “Bosque de luciérnagas” con relación a “Electra machina” y “Aunque parezca mentira”, tus otros dos libros de prosa minificcional?


Aunque parezca mentira y Electra machina (este último inédito) son libros que se detienen o se concentran en el microcuento, es verdad, el tema es más variado y los personajes pertenecen a otro tipo de invención. Pero al fin, son elípticos y transficcionales, por ello es que no tienen diferencias mayores, claro aparte de los personajes y la extensión que los caracteriza. Algunos personajes como La Perricholi y Sarita Colonia, por ejemplo en Bosque de luciérnagas, un poco como que me ganaron, digo en el sentido de su bravía y su lado tierno. Fue un poco fácil, en cambio, trabajar con Liliah o Lolita.


IV. Premio / sorpresa


Algunos escritores se niegan a participar en concursos; otros lo hacen con una motivación “estrictamente económica”, ¿qué opinas de los galardones literarios?


Primero que nada, creo que los premios son un aliciente. Te permiten seguir escribiendo en el sentido de que al ser revisados por un jurado (tres o cuatro normalmente) recibes una opinión de alguien que no te conoce y cuando ganas, dices: Creo que voy más o menos. Y cuando no figuras ni en la lista de los finalistas, puedes decir con toda seguridad: algo anda mal en lo que escribo. Me valgo de los jurados, porque normalmente los amigos de tu entorno, porque te conocen, te dicen: eres genial. En otras ocasiones, de manera seria, te dicen: vas por el camino equivocado. Pero normalmente nunca te dicen la verdad. Ese creo que es el primer motivo de estar en esto de los concursos que, dicho sea de paso, a veces te ayudan para poder publicar un libro.


¿Y cuál sería tu segunda razón?


Creo que los concursos también te permiten ver cómo vas con respecto a los demás. En qué lugar de la marcha te ubicas. Claro que en la mayoría de veces no le ganas a nadie que quisieras ganarle. Finalmente, como habrás podido ver en mis cuatro libros anteriores (y aquí no quiero pecar de nada), todos tienen unas líneas que mencionan que obtuvo un reconocimiento en tal o cual certamen, supongo que eso ya se ha convertido en una costumbre para mí. Creo que en eso radica mi motivación.


Para terminar, ¿por qué no concursaste en la modalidad de poesía si ahí tenías iguales o mayores posibilidades de ganar?


En verdad no tenía material listo en poesía para participar en ese género. Sabes que uno no escribe para tal o cual concurso. Bosque de luciérnagas lo empecé hace 4 años y aún siento que no lo he terminado. He revisado, he releído y los 27 personajes que aún están en boceto conformarían el libro original de 80 microcuentos. Pero bueno, ojalá haya tiempo para trabajarlos más.
En el género de poesía, les tengo una sorpresa para el mes que viene. Será de infarto.


¿Puedes adelantarnos algo?


Se trata de un ajuste de cuentas con el verso: re-verso diría yo, es un libro que lo he venido escribiendo paralelamente con Bosque de luciérnagas, creo que vendría a ser su medio hermano, pero aquí voy por otra apuesta gruesa. Se llama: Manuscrito hallado entre unos huesos insepultos mientras los pájaros cantaban entre los sauces y la lluvia mojaba intensamente.